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Ética: Corrupción, optimismo y pesimismo


La sentencia de cárcel efectiva, 11 años de prisión, para Gerardo Viñas, ex presidente del gobierno regional de Tumbes, es una buena noticia para la moral del país. La gente todavía cree, y seguirá creyendo, que la impunidad reina en el país y que los corruptos no son castigados porque la policía y el poder judicial son sus mejores cómplices. Gerardo Viñas, antes de ser presidente regional, fue sentenciado por terrorismo, por ser parte de Sendero Luminoso. Como presidente regional de Tumbes designó como funcionarios públicos a numerosos militantes senderistas. Viñas es nuevamente sentenciado, ahora por lavado de activos, colusión agravada, asociación ilícita para delinquir y corrupción. Si los presidentes regionales, alcaldes y demás autoridades creen que pasaran piola, sin que sus crímenes sean ventilados en el Poder Judicial, se equivocan.

La corrupción es uno de los más graves problemas nacionales que debe afrontar este gobierno. La corrupción no es de ahora, ni de hace veinte años atrás como maliciosamente se le hace creer a la población. Jorge Basadre – el historiador más importante del Perú - ha dicho que la construcción de los ferrocarriles es una “lamentable historia” por todos los negociados y coimas alrededor del constructor Enrique Meiggs y de los presidentes de entonces. Los ingresos por la venta del guano de isla sirvieron para llenar los bolsillos de una oligarquía limeña que se apropió de los destinos del país.

Existe una lista extensa de alcaldes, presidentes regionales y funcionarios detenidos o investigados por ladrones, por haber organizado redes mafiosas pulverizando los presupuestos, para favorecer a los proveedores de su conveniencia. En casi todos los gobiernos regionales y alcaldías, todo está diseñado para que proveedores - grandes y pequeños, de bienes y/o servicios - dejen un diezmo para ser admitidos como constructores y abastecedores de todo, desde papel higiénico hasta servicios personales. Todo está diseñado para generar un desencuentro que lo deba resolver un procedimiento extra judicial corrupto, un laudo arbitral que le dé la razón al proveedor que cobrará mucho más de lo que contrató, reclamando daño emergente, lucro cesante, daños y perjuicios, restablecimiento económico, quiebre del equilibrio financiero y cuanta otra cosa se pueda imaginar para cobrar más. Dineros que finalmente se reparten entre la autoridad, gerentes públicos, asesores legales, funcionarios, árbitro comercial y proveedor. Todos los compinches felices haciendo de las arcas públicas su chacra.

Mientras la corrupción es un tema que les atañe a los peruanos de buena voluntad, el congresista Luis Galarreta dice que el objetivo de Fuerza Popular es ganar las elecciones en 2021, es decir; no hay otro fin supremo que no sea ganar la presidencia. El objetivo de Fuerza Popular es legítimo y es el mismo de todos los partidos nacionales, diferente al romanticismo expresado por Haya de la Torre en 1931: “Convencidos de nuestros principios democráticos, preferiríamos ser derrotados a sacrificar lo que hay de moral y puro en nuestro movimiento”.

Todavía no se ve una clase dirigente, una que señale el camino correcto, que diga con claridad meridiana el destino de mayor provecho para todos. La clase política es demagoga, populista y electorera. Y seguirá siendo así mientras la población siga siendo la misma, es decir; abandonada a su suerte, desinteresada de su destino, esperando que papá gobierno le resuelva todos sus problemas, ignorando y dejando que otros decidan para profundizar sus males. ¿Exageramos? Claro que no. Encienda su radio o su televisor, lea un periódico o una revista y verá que las noticias no son nada halagadores. Los espacios están copados por marcas, raqueteros, extorsionadores junto a borracheras ocasionando accidentes, muertes y actos bochornosos.

Pedro Pablo recién alcanza los cien días de gobierno y las fuerzas políticas ya están mirando las elecciones del 2021, sin detenerse en las grandes reformas que se deben promover y apoyar. No se habla todavía de la enorme burocracia heredada del gobierno de Humala, un gasto corriente destinado los programas sociales que ha contratado nuevo personal y que hasta ahora no ofrece resultados favorables. La pobreza no se ataca con ayudas sociales. La pobreza se ataca con inversión productiva para que la propia gente, por sus propios medios y esfuerzos salga adelante. La política es entonces la piedra de tropiezo el país. Son las cúpulas políticas las que controlan de manera antidemocrática el devenir de la representación. Poco o nada les importa la anemia del 35% de niños, de los ancianos que madrugan para alcanzar un cupo en el hospital, de los discapacitados que con ley o sin ley todavía no acceden a un puesto de trabajo decoroso.

¿Y qué pide la población? Obviamente existen deseos diferentes, sean estos personales o colectivos, egoístas o solidarios, entusiastas o pesimistas, ambiciosos o conformistas. Nosotros aspiramos metas superiores, mucho más allá de los que creen que lo que hay es todo lo que existe, que no hay nada más después de cada cerro y de cada mar. Creemos en las libertades individuales, políticas y económicas. No creemos en el estado todopoderoso que deba controlar la vida de la población, menos convertirla en pedigüeña, matando las ganas de la gente por valerse por sí misma.

Sería bueno recordar al Picaflor de Los Andes, diciendo que “la vida es una constante lucha del hombre y la naturaleza. Día a día se lucha por subsistir, por un mañana mejor”. Recordar a Serafín del Mar, huancaíno ambicioso, inquieto, de vanguardia, que antes del anterior medio siglo dijera que “Huancayo no piensa ni sueña. Vegeta espiritualmente. Afanosa del lucro, atenta al surco y al pan cotidiano, a la camisa limpia y al regocijo abdominal, olvida tristemente las funciones del cerebro. Ciudad acéfala, ciudad Roma. Desde ayer, desde siempre, jamás se emocionó ante el verso, ante un cuadro, ante el paisaje suyo de una belleza única que se adentra en el hondo como Salmo de Dios. Nunca la apasionaron los combates de la inteligencia, nunca le urgieron los martillazos de la idea”.


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