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EL HERMANO CODICIOSO



En un pueblo llamado Canchayllo, vivían dos hermanos: Juan Pablo era bueno y generoso a la vez humilde y muy pobre y, Víctor Manuel que era malo y codicioso, tenia mejor condición económica que su hermano, al contar con una buena tienda en el pueblo; Juan Pablo como era pobre y no tenia para preparar sus alimentos, salía por los cerros a recoger leña y algunos arbustos que lo traía cargado en su burro.

Cierto día Juan Pablo, como de costumbre, salió con su burro para realizar su trabajo cotidiano pero esta vez al no encontrar leña se alejo demasiado del pueblo y al querer regresar notó que se había hecho tarde y muy pronto cayó la noche, que se reflejaba fría y tenebrosa, de tanto caminar en la oscuridad confundido y sin rumbo buscó un lugar donde alojarse y pasar la noche, así llegó al pié del cerro Pishtac y encontró una pequeña cueva, entonces decidió pasar ahí la noche; amarrando a un costado su animal; tendió su poncho y echó a dormir.

A la media noche, de repente escuchó una voz que decía: ¿Qué le vamos a regalar a nuestro huésped?, era la voz del cerro Pishtac que le preguntaba al otro cerro, quién contesta: ¡pobre hombre…! Venir desde muy lejos para llevar un poco de leña; se le nota muy humilde por la vestimenta, vamos a darle una sorpresa. Al costado de su cabeza pondremos un poco de piedra y al costado de sus pies pondremos un poco de tierra, en esos instantes Juan Pablo despierta y muy tembloroso al escuchar las voces de los cerros pensó que era su fin y se puso a rezar y pedir a Dios que no le pasara nada porque tenía en casa a su familia esperando su regreso, pero el cansancio pudo más y nuevamente se quedó dormido.

Al amanecer del día siguiente, grande fue la sorpresa de Juan Pablo al encontrar en su cabeza pepitas de oro y al lado de sus pies monedas de plata; muy sorprendido y agradecido por lo encontrado llenó en su alforja, cargó en su burro y retornó al pueblo guardándolo en un sitio muy seguro y sin contar a nadie lo ocurrido. Así pasaron los días y su preocupación era ¿Qué hacer con lo que había encontrado? Por propia necesidad tubo que llevar a vender un poco de oro y plata al mercado del pueblo, enterándose, del valor que tenían, y que vendiendo todo seria poseedor de una gran fortuna poco a poco Juan Pablo fue vendiendo lo que había encontrado, mejorando así la situación económica de su familia. Pero mucha gente envidiosa y egoísta murmuraba: ¿Cómo habría hecho una gran fortuna? Y, hasta lo tildaron de ladrón.

Un día su hermano Víctor Manuel fue a visitarlo y guiado por sus ambiciones logró convencer a Juan Pablo como había conseguido tanta fortuna, enterándose de lo que había ocurrido, inmediatamente alquiló muchos burros y se fue a buscar el lugar dónde se refugió su hermano fingiendo ser muy pobre por que llevaba ropa vieja, zapatos huecos y la cara sucia; encontrando el lugar que le había mencionado su hermano Juan Pablo, a propósito dejó que cayera la noche y tendiendo su poncho se echó a descansar esperando con ansias escuchar las voces de los cerros.

A la media noche nuevamente se escuchó una voz que decía: ¿Qué le vamos a regalar a nuestro huésped?, era nuevamente la voz del cerro Pishtac que le preguntaba al otro cerro, quién contesta: ¡hombre malo y ambicioso, querías engañarnos! Vamos a darle “UNA GRAN SORPRESA”. Al costado de su cabeza pondremos un poco de ramas de arbusto y sobre su cuerpo colocaremos un poco de ichu.

Al amanecer del día siguiente ¡vaya sorpresa ¡ que se llevó Víctor Manuel por que no encontró ni oro ni plata a sus costados , mas por el contrario se dio con la gran sorpresa que le habían crecido unos enormes cuernos en la cabeza y su cuerpo se había llenado de abundante pelo, se había transformado en un ser horrible espantoso y muy feo. Ahí se dió cuenta de que todo lo que había pasado era por ser muy ambicioso y codicioso, lamentándose y suplicando a los cerros que cambiaría y se convertiría en hombre bueno a cambio de que volviera a ser normal, lloró desconsoladamente pero era demasiado tarde, nunca más volvió a ser normal y así vivió el resto de su vida, muy lejos del pueblo de Canchayllo.


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